HAITÍ, LO QUE AÚN NO SE HA DICHO


HAITÍ, LO QUE AÚN NO SE HA DICHO
Por Camilo Cifuentes
Febrero 26 de 2010
Han debido pasar más de dos siglos, desde que la ex-colonia francesa fuera el primer país americano en independizarse; y un sismo fatídico, que destruyó la “casa de Dios”, la “casa del Presidente”, y las dos terceras partes de Puerto Príncipe; para que los medios de comunicación informen al mundo que Haití existe.
Desde que el Haití negro y esclavo germinó la independencia continental de las potencias europeas, el pueblo haitiano siempre ha estado ausente en los medios masivos, al punto que ni la más aguda pobreza que sus habitantes han soportado durante doscientos años, siendo explotados y masacrados por la clase dominante haitiana, bajo el amparo de Estados Unidos, ha logrado trascender en los noticieros internacionales.
Solo la tendencia actual de los mass media de exhibir obscenamente el horror de la crónica roja, y lo más funesto de la sociedad, a través de sus páginas, micrófonos, y pantallas, ha acercado a centenares de reporteros hasta Haití, para dar a conocer al mundo la tragedia que han sufrido los habitantes de la Isla a partir del terremoto del 12 de enero.
Así, de los dos sucesos que han conmovido profundamente al pueblo haitiano, únicamente el último acontecimiento ha estado en los oídos y en los ojos de miles de millones de lectores, radioescuchas y televidentes del mundo entero. Pero, como siempre, han mirado y escuchado solo lo que a los dueños de los medios de comunicación les interesa exponer, de acuerdo con la clase dominante estadounidense, principalmente. Es decir, han mirado y escuchado exclusivamente lo mórbido de la catástrofe haitiana.
Las imágenes que han circulado mundialmente muestran un caos total en cada región afectada por el terremoto, donde sus pobladores, con los dientes apretados, luchan diariamente por la sobrevivencia de sus hijos y de ellos mismos. Gente gritando en medio de la oscuridad, buscando a sus muertos, escarbando los escombros para socorrer algún último aliento, o golpeándose con palos para obtener un bocado de agua con un pedazo de pan, han sido registradas para que el mundo contemple lo que puede consumar la naturaleza contra las personas, para que el mundo no se entere de lo que ha hecho y hace el capitalista contra el trabajador haitiano y menos lo que ha efectuado y concibe el imperio contra su “colonia” negra.
En 2008 cuatro tormentas tropicales destrozaron buena parte de la agricultura haitiana y su escasa infraestructura. De hecho, un 80% de la población vivía bajo el nivel de la pobreza y un 54% en la indigencia. Ahora, una vez que el terremoto de magnitud 7,3 grados en la escala de Richter ha dejado 250 mil víctimas mortales y más de 200.000 personas sin hogar, se ha cuantificado los daños ocasionados en casi 8.100 millones de dólares, equivalente al 117% del PIB haitiano. [El 1% del presupuesto militar 2011 solicitado por el último Nobel de la paz al Congreso de EU]. Haití, de ser el país más pobre de América, ha quedado en la más absoluta penuria.
Jóvenes y adultos, trabajadoras y trabajadores del mundo, se han desbordado para acudir en ayuda de sus hermanos haitianos. Han donado lo que han podido para socorrer a los 10 millones de habitantes, que tenían la renta percápita más baja de todo el hemisferio occidental, y que hoy sobreviven más apiñados que nunca en la Isla de 27.750 Km2. También se hicieron presentes el Director Gerente del FMI; y el Presidente de Estados Unidos, anunciando que destinarán 200 millones de dólares para ayudar a las víctimas del terremoto de Haití.
El primer Presidente negro de EU, Barack Obama, dijo que sus 100 millones eran la mayor ayuda que EU entrega a un país, y luego, amparado en el slogan “'Hope for Haiti”, ordenó invadir tierra haitiana negra con 20.mil soldados que, con la venia de René Preval y con bayoneta en mano, actualmente controlan e impiden a los oprimidos haitianos tomar sus propias decisiones. Ningún medio “independiente” y “veraz” de la burguesía mundial explica esta realidad, cubriendo con caridad los ojos televisados del mundo entero.
¿Qué pasaría si las masas oprimidas de Haití, que se encuentran en las calles oscuras de Puerto Príncipe, sin saber qué hacer ni a donde ir, luchan concientemente por cambiar su realidad actual de forma radical, transformándola profundamente, revolucionándola de acuerdo a sus propios intereses? ¿Qué tendrían que perder, si ya lo han perdido todo?
Los trabajadores haitianos más que nadie saben que con 50 dólares mensuales nunca van a dejar de ver morir a dos de sus tres hijos por desnutrición crónica, por falta de semillas en sus campos desiertos, por falta de letras en casi la mitad de sus jóvenes mayores de 15 años, por falta de aliento en los sobrevivientes que finalmente expiran con VIH-SIDA, como anota la OMS. Saben que si la riqueza que procrean con su trabajo vivo sigue yendo únicamente a manos de los dueños de la propiedad privada de los medios sociales de producción, la indigencia física y espiritual les carcomerá hasta el tuétano. ¿No sería bueno olvidar para siempre el miedo y la terrible costumbre de pensar y hacer lo que siempre les han dicho y les dicen que hagan y piensen, todos cuantos amasan fortunas con trabajo ajeno?
Si antes del terremoto casi todos los haitianos vivían bajo el nivel de la pobreza, lo que muestra el grado de sobreexplotación a que eran sometidos por un puñado de capitalistas nacionales y extranjeros; y si hoy, como siempre lo han hecho los pobres luego de terribles catástrofes, esos mismos menesterosos serán los encargados de reconstruir el campo, reconstruir una industria que procese sus productos, por más insignificante que sea, reconstruir el país, y nuevamente generar valor en todas las mercancías que hagan, ¿no será bueno que se armen de valor para que ellos mismos repartan la riqueza solo entre todos cuantos la han creado?
¿Y la constitución de la República, y los Estados Unidos?, dirán desde el interior y el exterior los civilizados ciudadanos del orden capitalista. Pero, ¿no es la constitución y el imperio los causantes de toda la muerte desatada entre los pobres haitianos? ¿Para que les sirven las leyes de los ricos? ¡A la basura! ¿Si escriben sus propios derechos y obligaciones de acuerdo a sus intereses, qué pueden perder, si ya lo han perdido todo?
¿Qué pasaría si los trabajadores haitianos se convencen de que solo su fuerza de trabajo es la única responsable para que Haití, aún después del terremoto, no se extinga? ¿Será que desde ese manicomio lleno de horror, las hogueras en las calles alumbren ideas de que se puede legislar y ejecutar acciones proletarias desde consejos populares, creados por ellos mismos, independientes de la clase dominante y del imperialismo?
¿Y si forman brigadas de autodefensa y un ejército popular; y si confiscan todos los bienes y las tierras de los millonarios; y si crean un banco único a nivel nacional para entregar crédito barato y apoyo total al campo? ¿Será que los mass media envían a sus reporteros a ver el “milagro”, o sepultarán en el silencio esa hipotética lucha proletaria?
Francois Dominique Toussaint-Louverture, dirigió la revolución haitiana entre 1793 y 1802; y, luego de enfrentar a españoles, ingleses y franceses, murió desterrado en Francia. En 1803, Jean Jacques Dessalines dirigió la victoria definitiva, contra las tropas francesas en la batalla de Vertierres, y al año siguiente se selló la independencia de Haití. Dos siglos después, los trabajadores haitianos sabrán encontrar su propia independencia que acabe para siempre con la esclavitud salarial que los oprime.

Comentarios

Entradas populares de este blog

En la Biblia ya está la historia del genocidio palestino

Salida de Glas

¿Los virus se curan con medicinas?