No tirar piedras a los tejados de vidrio
Manifestación en Francia contra el atentado criminal contra Charlie Hebddo
No tirar
piedras a los tejados de vidrio
(No
se debe combatir una ideología con otra ideología)
Por Fabián Núñez Baquero
13/01/2015
El campo de las creencias
religiosas está minado de peligros, malentendidos y susceptibilidades. Cada credo
o fe posee un templo, una casa con tejado de vidrio. Y es razonable y sensato
no tirar piedras a los tejados de vidrio.Esta es sola una reflexión con motivo del atentado criminal contra la revista humorística Charlie Hebddo en Francia. Burlarse del Corán o de La Biblia es tirar
piedras a los tejados de vidrio. Hacer fisga de las representaciones religiosas
o de sus líderes es tirar piedras a los tejados de vidrio. Existen cualquier
cantidad de mansiones cada una con su mito y profetas propios. Por supuesto de
alguna manera hay una competencia entre credos y esto les conduce a tirarse
piedras los unos a los otros. Eso es comprensible. Es el pleno ejercicio de
combatir una ideología con otra. Y es claro que en esta lucha, cualquiera sea
el resultado, queda indemne la ideología, es decir, la religión. Y, desde
luego, no olvidamos para nada los muertos y heridos que la sociedad pone en
esos pugilatos.
Para una persona juiciosa no
existe mucha diferencia entre creer en Jehová o en la diosa Kali, cambiar de
religión es como mudar de aires pero mantener el oxígeno. No se debe combatir
una ideología con otra ideología. Creer o no creer son dos formas de ideología:
no hay diferencia esencial entre el joven místico que propaga la fe en Cristo y
Nietzsche que en el Zarathustra es heraldo de la muerte de Dios: ambos se ven forzados
a tratar sobre el mismo sujeto.
En arte la forma más aguda de la
ideología es, sin lugar a dudas, el humor y la caricatura. Es difícil hacer reír
a la gente, pero cuando se lo hace el resultado es muy sensitivo, es como de
alguna manera tirar piedras a los tejados de vidrio. Es obvio que el arte
contribuye a la reflexión social pero no es la panacea para un cambio puntual
de la realidad. Puedo burlarme de la persona que se arrodilla ante un mohair pero
no contribuyo en nada para el estudio del mito que sustenta ese comportamiento. Y es claro como la luz del día que una cosa
es tratar del Islam como un problema serio, filosófico o científico y otra, muy
otra, desprestigiarlo a través de la caricatura. El tono, la actitud es
diferente, es deferente, no displicente. No hay ninguna razón para pensar que
la doctrina del Islam es mejor o peor que la cristiana o que el politeísmo griego
o hindú. Es una forma ideológica de ver el mundo y la sociedad tan válida como la
cosmovisión judía o sufí.
En general estas son formas de
cosmovisión ideológica tan respetables y necesitadas de explicación como las de
las etnias retiradas de la sociedad civilizada, las sectas diabólicas o las que
enfatizan en el necesario fin del mundo.
Es así mismo real que el Islam,
con sus líderes y representaciones religiosas, con su comportamiento social,
han sido más sujetos de represión que las demás ideologías, incluidas la
cristiana y judaica. Al menos desde las Cruzadas y con mayor fuerza en la
Europa actual. La persona perteneciente al Islam acumula la discriminación del
pobre, del emigrante y de pertenecer a esa ideología. Sufre de aislamiento y de
sospecha. No solo que se burlan de sus costumbres sociales sino que al mismo
tiempo se aprovechan de su calidad de forastero en cada país para pagarle menos
y darle trabajos inadecuados. Solo por mantener las creencias del Corán ya se
lo tilda de terrorista sin saber que hay diferentes versiones del Islam, al
menos algunas que creen en el amor y la fraternidad. De alguna manera se repite
en ellos la desventura del mismo Mahoma quien quiso unir a las tribus nómadas
árabes a través de la piedad y la mansedumbre y luego tuvo que recurrir a la
violencia para introducir la unidad y la fraternidad entre ellos y los que no
participaban de sus creencias. La Guerra Santa fue un resultado de la incomprensión
de los hombres y también la demostración de la impotencia de combatir la
ideología con otra ideología. Ninguna guerra, ningún ejército, puede cambiar
las neuronas de la sociedad. La ciencia y la tecnología contribuyen, igual que
el marco histórico, para ver una galaxia o una etnia del Amazonas con un ojo
objetivo. Un musulmán o un judío cambian cuando su entorno es distinto al que
prohijó su religión. No es lo mismo un judío trabajando en un kibutz sionista
que él mismo manteniendo un negocio exitoso en Manhattan.
El arte y la religión se empatan
en la juntura de la ideología. Una caricatura es otro asalto de las cruzadas
contra los moros y fortalece a moros y cristianos. De todos modos una persona
que sufre de alguna ideología ve con ojos de odio la burla, el sarcasmo o hasta
la metáfora de la befa a sus principios ideológicos. Una persona, que no sufre
de ideología alguna, hasta se permite burlarse de sí mismo, hasta puede comprar
una caricatura, como obra de arte, como una fiesta de los sentidos a través de la
distorsión o mecanización de su rostro. Freud hubiera hecho una nítida
distinción entre la persona civilizada, de cultura, que accede conscientemente
al juego sobre sus propios valores y la persona que se encuentra aislada en el
estrecho marco de las costumbres y creencias de su etnia y religión.
No puedes jugar, hacer mojigangas
ni chungas con personas cuya ideología y
estrato social les tienen sometidas a una visión y comportamiento estrecho,
unilateral. Aun los científicos como el biólogo y militante ateo Richard Dawkins,
a pesar de su circunspección y mesura, suscitan
desconfianza y repudio entre los jerarcas y grey de los fundamentalistas
cristianos o judíos. Por supuesto Dawkins trata de introducir ciencia,
conocimiento real a las multitudes que viven atrapadas en el ciclo del mito y
la religión. Y no es fácil hacerlo. Y no es nada realizable que las multitudes
se transformen sólo con las ideas: hace falta una transformación revolucionaria
material para que los hombres vean la ideología como algo evanescente y
engañoso tal cual la diferencia entre un amor poético y la mujer de carne y
hueso que se introduce dolorosa y gozosamente en mis entrañas.
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