De nuevo la droga de la religión
De
nuevo la droga de la religión
Por Fabián Núñez Baquero
02/07/15
¿Cómo
estará la presión social y la insoslayable lucha de clases para que
los poderosos agrimensores del calórico social ubicados en el nivel
superior y en esferas de adentro y de fuera hayan recurrido al
urgente llamado a inyectarse la droga de la religión? No hay que
olvidar que ha sido Correa quien ha traído al Papa a este periplo
de polvo y de humo, este sahumerio eficaz para adormecer a los
dormidos ya de por sí por el sistema. Además de la obvia
desigualdad , la pobreza, el desempleo, el desamparo, y la
insultante, humillante riqueza de unos pocos, ¿qué otro monstruoso
desequilibrio psicológico, familiar y social asola este país, este
continente y este mundo para recurrir a la droga mayor que ha
inventado la humanidad? ¿De qué horrible criatura de la conciencia
quieren librarse Correa y sus colaboradores más cercanos?
De
nuevo está presente entre nosotros la droga superficial pero
bulliciosa que alivia por días y que es eficaz para entontecer a las
muchedumbres y hacerles soñar en posibles e inexistentes mundos de
felicidad, hermandad e igualdad pero que al despertar se encuentran
más solos y desolados que nunca.
Ese
es el significado real de la venida del Papa a Ecuador y otros países
de América Latina. El Parque del Bicentenario va a congregar a todas
las tribus de desamparados y desconcertados por los sucesos políticos
y por el hambre que se ha instalado como úlcera en su estómago. El
Papa es el alimentador del vacío coloreado de promesas. El Papa es
el que bendice la miseria y comulga con los ricos aunque haga de vez
en cuando la pantomima de lavar los pies a mendigos o pobres. El
Papa, como representante máximo del imperio del Vaticano y con el
anestésico de la religión es el aliado fiel del capitalismo, pues
esa droga se ha probado en todos los países desde Vietnam a Cuba,
desde la India a EEUU: dopa a las masas, las embrutece, las hace más
reincidentes en su calidad de rebaño para el matadero.
La
droga de la religión lleva a mayores niveles de violencia, sea por
cuestiones de doctrina o porque siempre apoya a los fuertes en contra
de los débiles. Y siempre aparece con mayor fuerza allí donde los
problemas económicos, sociales, políticos son de extrema gravedad.
El Papa besa la tierra donde va y ese es un virtual reconocimiento
del terremoto o cataclismo que está teniendo lugar ese momento en la
sociedad que visita.
Ningún
ser de otro mundo puede solucionar los problemas que la humanidad ha
creado con su acción o su omisión. El opio religioso ha contribuido
a mantener el sistema de la compra venta y la ganancia, que es la
esencia del capitalismo, en todo el mundo.
La
única esperanza que da la religión, sea el paraíso cristiano seco
y asexual o el de las vírgenes huríes, húmedo y sensual de los
musulmanes, siempre se instala más allá del muro de las
lamentaciones del presente, del aquí y ahora ineludibles.
Necesitamos comer y nos regalan una hostia y un porvenir en un cielo
nada real. Hace falta trabajo y nos obligan a realizar romerías, de
rodillas y con largas distancias para empeorar nuestros reumas o
nuestra artrosis. Necesitamos salud y nos cobran con cada hisopo de
agua bendita inventada en la sede farmacéutica de la iglesia o la
catedral. Forjan santos, santas, beatos y beatas para crear más
iglesias a su nombre y poder imponernos el diezmo y las primicias.
Visitan nuestra casa desde Brooklin o cualquier parte para someternos
a la Atalaya o al Reino que no existe en ningún mundo ni puede
haberlo. Arrebañan a multitudes del oriente y occidente para llevar
una denominada guerra santa, que es un pretexto para el fanatismo
terrorista y la destrucción de culturas extraordinarias, forjadas en
siglos de trabajo y perseverancia. Persiguen a la ciencia y a la
técnica y prohíben a los jóvenes y niños leer o estudiar
matemáticas y les exigen que se concentren en el Corán o La Biblia.
Nos casan por la eternidad en templos más costosos que el castillo
de un califa, para que nos desentendamos de este mundo maldito, pero
maravilloso de este planeta terrestre. El método de castración
social e individual más expedito y consistente es la anfetamina
volátil de la religión.
No
necesitamos estudio, diagnóstico real y ciencia óptima para saber
lo que nos falta: igualdad económica y social, que trabajen todos,
que nadie disponga del trabajo de su prójimo para el beneficio o la
ganancia, reparto equilibrado y equitativo del producto del trabajo
social. Pero la droga de la religión se inventa nuevas modalidades
de pócimas como las visitas papales y las misas para un millón de
corderos que ya antes han sido sometidos al fetichismo del trabajo y
la plusvalía, al expolio franco y exacto por los señores del
capital. La droga de la religión es el arma mas mortífera y el
virus más letal jamás inventado por el hombre. Sirvió muy bien
para que el cura Valverde domesticara a Atahualpa y permitiera con
ello que Pizarro y sus hombres se alzaran con el santo y la limosna
del imperio incásico. Hizo agachar el lomo de los habitantes de
África y las Américas a puro golpe de cañón de las oraciones e
indulgencias. Sirvió para acogotar a gigantes como Galileo o Servet.
Sirve hasta este momento para saquear las arcas del Erario, como el
de España o Ecuador a nombre de educación religiosa u obras pías.
A las masas martirizadas por la miseria, el hambre y el desempleo,
por la falta de una conciencia social y educación liberadora, les
meten de nuevo la droga clásica por excelencia: la religión. Con
eso pretenden solucionar las luchas intestinas de clase en cada país
y, desde luego, logran paliar por unos días esta lucha, convertir a
unos y otros en socios de la misma paila. De pronto los opositores
del régimen dictatorial burgués se vuelven “buenitos”, se
hermanan con sus tan odiados enemigos. Gobiernistas y opositores
comen del mismo plato, vuelven a utilizar el mismo lenguaje, saben,
después de todo, que no son enemigos verdaderos, que sólo lo son
hasta que una rosca de desalmados forajidos se haga con el poder y
viren la tortilla: los que antes estaban debajo ahora estarán arriba
firmando los nuevos decretos, y, sobre todo, enriqueciéndose en un
sistema en esencia de corrupción donde se turnan al saqueo tirios y
troyanos sobre la endeble pero nutritiva plataforma del sistema de
beneficio y apropiación privada.
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