El gran negocio de la Gran Bestia


El gran negocio de la Gran Bestia

(El ritual letal de las elecciones)
Por Fabián Núñez Baquero
13/01/19

Nadie puede negar que el capitalismo como sistema y las elecciones como método son responsables de la corrupción mundial, y esto porque uno y otras son la gangrena esencial, la necrosis implícita de la sociedad actual. Y, como se sabe, no es cuestión personal, es una enfermedad global que viene durando siglos y que consiste en que todo el mundo lleva en la frente- como la Gran Bestia el 666- el signo de la ganancia, el símbolo del beneficio, la imagen del agio.

Debemos reconocer que este es el invento más ingenioso y diabólico de la burguesía, más que la religión o que la bomba de neutrones y que, como una cautelosa ventosidad, casi pasa desapercibido para miles de millones en el mundo.

Cada estación electoral repite el repugnante ritual de la caza de votos y votantes, de ofertas y contra ofertas; cada brujo cívico realiza mantras, oraciones y evocaciones asquerosas con tal de fascinar a su clientela. Cada mago eleccionario trafica con yerbas e infusiones que supuestamente curarán las grandes heridas del conglomerado colectivo.

El gran mercado politiquero se llena de comerciantes y vivanderas, de empresarios y mercachifles, de avezados farsantes, que ya han probado el gran bocado, el festín de varios periodos, y quieren venderse como nuevecitos proxenetas, como prostitutas que quieren pasar como sendas vírgenes en el burdel eleccionario.

Hay otros, sacerdotes de la infamia, que tienen que disfrazarse de filántropos o hasta de humanistas o socialistas, en la meta de ir tras los bolsillos del fisco.

Los otritos, los más recientes, son los improvisados aprendices del gran brujo de mano larga, aficionado con éxito en la ciencia del gran Caco.
Y todos, los nuevos sicofantes y los antiguos, parece que no tienen otra vida que defender que no sea la parasitaria tras del escritorio o la beca vitalicia de la camándula burocrática.

 Por eso ya no es un secreto el porqué el famoso Tribunal Electoral se llena- como un serpentario o museo de sabandijas- de cientos de partidos políticos que congregan a miles de pretendientes para ser los nuevos jovencitos atracadores del erario nacional. Porque la política es un negocio redondo, una empresa capitalista más, una agencia de compra venta de chucherías cívicas, un fértil invernadero de ponzoña con rostro de ramillete perfumado.

Las elecciones son un estercolero mundial irrespirable donde la gente honrada cae o se asfixia poseída de asco y repugnancia.

 Ahí donde hay lucro se congregan los negociantes, y ellos no tienen otra misión que engordar el peculio personal. De hecho, el negocio, el atraco los hermana, hacen una hermandad del gran negocio de la Gran Bestia donde no existe una pizca, una miga de preocupación social, y si la hay la usan para el jaja del reparto en comandita.

Los partidos se fundan para repartirse las ganancias, los partidos no debían llamarse partidos, sino repartidos, repartos, empresas de irresponsabilidad ilimitada, asociaciones cívicas para delinquir o para partir la torta o el pastel.

En estos partidos se reúnen los iguales en la igualdad del latrocinio y la delincuencia organizada. Organizador y organizados son los mismos, por eso están juntos, existe entre ellos una proverbial sinvergüencería solidaria.

Y no importa las profesiones u ocupaciones: desde el héroe militar selvático, al poncho dorado; desde el ex alcalde por dos o tres veces consecutivas, hasta el ex presidente ídem o ex vicepresidente ídem; desde la o el poeta de izquierda, al cantante de pasillo corta venas; desde el que fue prefecto perfecto, futbolista o farandulero, hasta el locutor famoso; desde el banquero al militar revoltoso; desde el excampeón dirigente sindical, hasta el ex secretario general de un partido supuestamente comunista; desde el consuetudinario vividor o asesor en arrebañar gente, hasta el exguerrillero ahora a sueldo del estado.

El avezado dirigente barrial quiere también estar en la colada, el ex forajido, el migrante o emigrante, el bailarín o artista, el cineasta, el ex- edil o el que quiere serlo, todos quieren estar en la colada. No es una sorpresa si al fin y al cabo 7 mil millones de gentes participan diariamente en el gran cóctel capitalista.

Las elecciones son la pestilente plataforma donde resucita la pus y la mugre, la podre y el albañal, la fétida alcantarilla del sistema.

Pero la vida real, la que importa, no tiene nada que ver con capitalismos y elecciones. En la práctica la gente en todas partes del globo hace lo imposible para sobrevivir, se gobierna y se auto gobierna a pesar de gobierno y gobernantes, pese a las vastas mafias estatales o populares, pese a vividores de izquierda o de derecha.

 Es sumamente difícil vivir en la misma celda con ladrones y pandillas organizadas, de arriba o de abajo, es verdad, es muy difícil, pero habrá algún día una conmoción natural o histórica, de la naturaleza o de la conciencia, que termine de una vez con este puerco e inmundo sistema que merece perecer. Hasta tanto, paciencia y vomitar.

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