Una utopía nada utópica

Paul Klee
Una utopía nada utópica
(La maravillosa receta de la confiscación)
Por Fabián Núñez Baquero
09/12/19

En la ciencia es muy común realizar experimentos de simulación de la realidad para luego pasar a su aplicación. Como el arquitecto que prepara su maqueta para el edificio del futuro, bien podemos plantear una modesta proposición en economía política.

En la ciencia y en la naturaleza se procede por eliminación, ahorrando medios y energía y llegando a la síntesis más simple.

Hay tantos casos de corrupción en el mundo que ni siquiera miles de abogados trabajando en equipo y con manos limpias podrían darse abasto para enjuiciarlos y sentenciarlos. Y aún en ese caso, no pueden garantizar impedir su reproducción al infinito. Donde crece la mala hierba hay que estirparla de raíz, es decir en todo el sistema.

Es más fácil confiscar los medios sociales de producción y poner en marcha una economía social sin propiedad privada y sin ganancia, porque es la propiedad privada y la ganancia los factores endógenos, esenciales de la corrupción.

Como es conocido el marxismo ha propuesto, basado en la ley de que el lucro produce miseria global en un polo de la sociedad y acumulación de propiedad privada en el otro, y, por consiguiente, en búsqueda voraz de este beneficio la gente no vacila en acudir a las formas más feroces de corrupción, ha propuesto, digo, la confiscación de la propiedad privada y la puesta en marcha de una economía estatal centralizada en todo el globo, que produzca y sirva para cubrir las necesidades de toda la población.

Como se puede ver la propuesta es simple, racional,plausible de ser llevada a la práctica y que afectaría apenas al uno por ciento de la población en cada país. La pregunta es: ¿ Qué pasaría en verdad si se aplicara esta medida en el planeta?

Para empezar habría que simplificar aún más el proceso: se debería iniciar por la confiscación de empresas y recursos productivos de los primeros 100 billonarios del mundo. Si partimos solo de un promedio de que cada uno posee 20 mil millones de dólares, tendríamos la modesta cantidad de 2’000.000.000.000, trillones que solo de nombrarlos nos asombra por la serie de proyectos gigantescos que podríamos llevar adelante. Creo que solo con esta cantidad podríamos resolver el problema del hambre, vivienda digna en el planeta.

Pero , según la revista Forbes, hay al menos 500 billonarios, que en el cálculo más conservador, triplicarían la confiscación a 6 trillones de dólares. Y si a esta cantidad añadimos el resto de millonarios más modestos de todos los países, creo, sin equivocarme, que la cifra se elevaría fácilmente a sextillones de dólares, es decir ¡a una cifra seguida de 36 ceros!

Con estos fondos podríamos convertir la Tierra en un verdadero paraíso, sin pobres y sin millonarios, un planeta normal donde vivirían por primera vez seres normales, creativos, felices y corrientes.

Pero con tanto dinero en el Banco Central del Globo ¿ no les parece que se volvería invaloro? Como en la época de El Dorado donde los indígenas tenían tanto oro que este metal no valía nada, solo servía como adorno.

Sextillones de oro que no sirven para nada, antes servían para el intercambio de mercancías y compra y venta de dinero, pero ahora las mercancías se han convertido en productos humanos, para el servicio del hombre ¿entonces para qué sirve el dinero si la humanidad en su conjunto tiene en su poder fuerzas reales productivas, tierra, fábricas, empresas, productos humanos?

 Si las tarjetas electrónicas que antes traficaban dinero, ahora solo son instrumentos de constancia de participación en la labor, en la gozosa minga colectiva? ¿ Para qué ni siquiera la existencia de un Banco Central del Globo, que ha sido cambiado por Oficina de Contabilidad del trabajo en el Globo? Ahora solo se intercambia trabajo, la una o dos horas- como máximo- de ocupación diaria.

Esta utopía no es tan utópica que digamos; es más, no es en absoluto una utopía. La naturaleza nos enseña que en cuestión de minutos se pueden extinguir las especies o producirse terremotos catastróficos, pero de la misma manera surgir nuevos mundos o nuevas especies, entonces, nuestro proyecto resulta tan ínfimo, tan elemental, que solo proponerlo ya da vergüenza, ya que debía habérselo hecho hace centurias.

La especie humana se salta las realizaciones primordiales, prioritarias, como esta, para trabajar pomposamente en inteligencia artificial o visita a otros mundos. Desde luego podemos hacer esto y más si empezamos a construir una sociedad comunista donde repartamos riqueza y bienestar para todos: el secreto a voces es la confiscación de la propiedad privada y establecer una economía planificada planetaria.

Por supuesto a nadie importaría la confiscación de las empresas de George Soros ,Billy Gates, del dueño de Amazon o de Google, de Carlos Slim, o del dueño de Facebook. Para facilitar las cosas bien podría servirnos el listado de billonarios de Forbes. Y ubicarlos no es de veras difícil, y, a lo mejor, ni siquiera haga falta dar con ellos, nos bastan sus cuentas bancarias y sus empresas.

Empezar desde arriba, desde los 500 billonarios, me parece una operación silenciosa y efectiva, limpia y eficaz y sin mayores trastornos. La confiscación de los billonarios más modestos metería más bulla. Es una ley: los pequeños meten más algarabía, se quejan más. Lo que quiero decir es que la confiscación en las más altas esferas es más silenciosa y de calidad- aunque haya mucha publicidad- que en las medianas o bajas. En los países con más hambre los pocos millonarios arman más algazara. Es una ley: mientras más baja es la acumulación de capital en un país pobre, más guerras habrá en la batalla general de la confiscación.

Por el contrario ¿ quién reclamaría si al que se le confisca es Carlos Slim? ¿México? Ni de broma. ¿ Cuántos aman a Billy Gates como para salir a defenderlo de la necesaria confiscación? Y Soros está buscando hace rato que le confisquen. Los filántropos están buscando hace rato que les confisquen.

Por el contrario, millones de gente saldrían a aplaudir tal medida. Sería como cuando el hombre pisó por primera vez el espacio o cuando salieron a cazar platillos voladores. Solo que en esta vez se pondrían a bailar y a gritar ¿ a cuánto nos toca? Esta pregunta sería impertinente, un simple rezago de la barbarie capitalista.

Con tantas fuerzas productivas en las manos de todos lo difícil es administrarlas, dirigirlas, sobre todo proyectar prioridades. Haría falta una administración planetaria: todos querrían colaborar: ya que sus necesidades están cubiertas, entonces, ahora la ocupación reemplaza a la esclavitud salarial, el gozo de participar reemplaza a la fea coerción de la esclavitud salarial.

Empezaría de verdad una nueva era. De todos modos todavía habría hombres que ni siquiera se den cuenta de la importancia histórica de la confiscación en el globo. Y ni siquiera sepan de que ha habido confiscación. Hay de todo en la nueva era. Como en la revolución del Cámbrico o como en la lotería genética. El comunismo, con lo tan denostado que está,pasaría en verdad a ser el regalo preferido y degustado por miles de millones de seres humanos, la mayoría de los cuales ni siquiera supieran que en pocos años atrás era apenas una mala palabra, un sueño sin topos, es decir sin tierra en donde concretarse, una mal llamada utopía.


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