Una utopía nada utópica
Paul Klee
Una utopía
nada utópica
(La
maravillosa receta de la confiscación)
Por Fabián Núñez
Baquero
En la
ciencia es muy común realizar experimentos de simulación de la
realidad para luego pasar a su aplicación. Como el arquitecto
que prepara su maqueta para el edificio del futuro, bien podemos
plantear una modesta proposición en economía política.
En la
ciencia y en la naturaleza se procede por eliminación, ahorrando
medios y energía y llegando a la síntesis más simple.
Hay tantos casos de
corrupción en el mundo que ni siquiera miles de abogados trabajando
en equipo y con manos limpias
podrían darse abasto para enjuiciarlos y
sentenciarlos. Y aún en ese caso, no pueden garantizar impedir su
reproducción al infinito. Donde crece la mala hierba hay que
estirparla de raíz, es decir en todo el sistema.
Es más fácil
confiscar los medios sociales de producción y poner en marcha una
economía social sin propiedad privada y sin ganancia, porque es la
propiedad privada y la ganancia los factores endógenos,
esenciales de la corrupción.
Como
es conocido el marxismo ha propuesto, basado en la ley de que el
lucro produce miseria global en un polo de la sociedad y acumulación
de propiedad privada en el otro, y, por consiguiente, en búsqueda
voraz de este beneficio la gente no vacila en acudir a las formas más
feroces de corrupción, ha propuesto, digo,
la confiscación de la propiedad privada y la puesta en marcha de una
economía estatal centralizada en todo el globo, que produzca y sirva
para cubrir las necesidades de toda la población.
Como
se puede ver la propuesta es simple, racional,plausible de ser
llevada a la práctica y que afectaría apenas al uno por ciento de
la población en cada país. La pregunta es: ¿ Qué pasaría en
verdad si se aplicara esta medida en el planeta?
Para
empezar habría que simplificar aún más el proceso: se debería
iniciar por la confiscación de empresas
y recursos productivos de los primeros 100 billonarios del mundo. Si
partimos solo de un promedio de que cada uno posee 20 mil millones de
dólares, tendríamos la modesta cantidad de 2’000.000.000.000,
trillones que solo de nombrarlos nos
asombra por la serie de proyectos gigantescos que podríamos llevar
adelante. Creo que solo con esta cantidad podríamos resolver el
problema del hambre, vivienda digna en el planeta.
Pero , según la
revista Forbes, hay al menos 500 billonarios, que en el cálculo más
conservador,
triplicarían la confiscación a 6 trillones de dólares. Y si a esta
cantidad añadimos el resto de millonarios más
modestos de
todos los países, creo, sin equivocarme, que la cifra se elevaría
fácilmente a sextillones de dólares, es decir ¡a
una cifra seguida de
36 ceros!
Con
estos fondos podríamos convertir la Tierra en un verdadero paraíso,
sin pobres y sin millonarios, un planeta
normal donde vivirían por primera vez seres normales, creativos,
felices y corrientes.
Pero
con tanto dinero en el Banco Central del Globo ¿ no les parece que
se volvería invaloro? Como en la época de
El Dorado donde los indígenas tenían tanto oro que
este metal no
valía nada, solo servía como adorno.
Sextillones
de oro que no sirven para nada, antes
servían para el intercambio de mercancías
y compra y venta de dinero, pero ahora las mercancías se han
convertido en productos humanos, para el servicio del hombre
¿entonces para qué sirve el dinero si la humanidad en su conjunto
tiene en su poder fuerzas reales productivas, tierra, fábricas,
empresas, productos humanos?
Si las tarjetas electrónicas que antes
traficaban dinero, ahora
solo son instrumentos de constancia de participación en la labor, en
la gozosa minga colectiva? ¿ Para qué ni
siquiera la existencia de un Banco Central del Globo, que ha sido
cambiado por Oficina de Contabilidad del trabajo en el Globo? Ahora
solo se intercambia trabajo, la una o dos horas- como máximo- de
ocupación diaria.
Esta
utopía no es tan utópica que digamos; es más, no es en absoluto
una utopía. La naturaleza nos enseña que en cuestión de minutos se
pueden extinguir las especies o producirse terremotos catastróficos,
pero de la misma manera surgir nuevos mundos o nuevas especies,
entonces, nuestro proyecto resulta tan ínfimo, tan elemental, que
solo proponerlo ya da vergüenza, ya que debía habérselo hecho hace
centurias.
La especie humana se
salta las realizaciones primordiales, prioritarias, como esta, para
trabajar pomposamente en inteligencia artificial o visita a otros
mundos. Desde luego podemos hacer esto y más si empezamos a
construir una sociedad comunista donde repartamos riqueza y bienestar
para todos: el secreto a voces es la confiscación de la propiedad
privada y establecer una economía planificada planetaria.
Por supuesto a nadie
importaría la confiscación de las empresas de George Soros ,Billy
Gates, del dueño de Amazon o de Google, de Carlos Slim, o del dueño
de Facebook. Para facilitar las cosas bien podría servirnos el
listado de billonarios de Forbes. Y ubicarlos no es de veras difícil,
y, a lo mejor, ni siquiera haga falta dar con ellos, nos bastan sus
cuentas bancarias y sus empresas.
Empezar
desde arriba,
desde los 500 billonarios, me parece una operación silenciosa y
efectiva, limpia y eficaz y sin mayores trastornos. La confiscación
de los billonarios más modestos metería más bulla. Es una ley: los
pequeños meten más algarabía, se quejan más. Lo
que quiero decir es que la confiscación en las más altas esferas es
más silenciosa y de calidad- aunque haya mucha publicidad- que en
las medianas o bajas. En los países con más hambre los pocos
millonarios arman más algazara. Es una ley: mientras más baja es la
acumulación de capital en un país pobre, más guerras habrá en la
batalla general de la confiscación.
Por
el contrario ¿ quién reclamaría si al que se le confisca es Carlos
Slim? ¿México? Ni de broma. ¿ Cuántos aman a Billy Gates como
para salir a defenderlo de la necesaria confiscación? Y
Soros está buscando hace rato que le confisquen. Los filántropos
están buscando hace rato que les confisquen.
Por
el contrario, millones de gente saldrían a aplaudir tal medida.
Sería
como cuando el hombre pisó por primera vez el espacio o cuando
salieron a cazar platillos voladores. Solo que en esta vez se
pondrían a bailar y a gritar ¿
a cuánto nos toca? Esta
pregunta sería impertinente, un simple rezago de la barbarie
capitalista.
Con
tantas fuerzas productivas en las manos de todos lo difícil es
administrarlas, dirigirlas, sobre todo proyectar prioridades. Haría
falta una administración planetaria: todos querrían colaborar: ya
que sus necesidades están cubiertas, entonces, ahora la ocupación
reemplaza a la esclavitud salarial, el gozo de participar reemplaza
a la fea coerción de la esclavitud salarial.
Empezaría
de verdad una nueva era. De todos modos todavía habría hombres que
ni siquiera se den cuenta de la importancia histórica de la
confiscación en el globo. Y ni siquiera sepan
de que ha habido confiscación. Hay de todo en la nueva era. Como
en la revolución del Cámbrico o como en la lotería genética. El
comunismo, con lo tan denostado que está,pasaría en verdad a ser el
regalo preferido y degustado por miles de millones de seres humanos,
la mayoría de los cuales ni siquiera supieran que en pocos años
atrás era apenas una mala palabra, un
sueño sin topos,
es decir sin tierra en donde concretarse, una mal llamada utopía.
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