Una revolución sin revolución

Blanca Valverde Enigma de la montaña
Una revolución sin revolución
Por Fabián Núñez Baquero
28/02/20


Todos los seres conscientes del planeta de alguna manera sabemos, palpamos que vivimos una revolución tecnológica, resultado del prodigioso adelanto de la ciencia, y que ha modificado de una manera asombrosa las bases de las condiciones de existencia de todo el género humano. Sin embargo esta revolución no ha cambiado en esencia con la infame y siempre presente guerra del hombre contra el hombre que en términos metafóricos se traduce en la famosa expresión el hombre es el lobo del hombre. Bien podemos hablar entonces de una revolución sin revolución.

Es y ha sido casi un lugar común decir que la humanidad estudia y cambia el entorno natural para conseguir confort, ocio, bienestar para todos, pero en la práctica, todo logro alcanzado agudiza la desigualdad social y la cúspide económica solo es alcanzada por una minoría cada vez más restringida de la población. La des-balanceada balanza de la riqueza es más acentuada que nunca, los polos de la miseria masiva de un lado y de la concentración de la opulencia en el otro, son ahora descomunales.

De qué sirve que un jeque multimillonario tenga acceso al mismo teléfono móvil que un proletario de Estambul, Inglaterra o Ecuador si es evidente que la escala de vida del jeque es incomparable con la del proletario. Tenemos robots que resuelven complicados problemas astronómicos o biológicos pero miles de millones de seres humanos todavía usan pico y pala y sudor para conseguir un mendrugo de pan bajo el látigo de la esclavitud salarial. Vamos al espacio para conocer nuevos planetas y no podemos resolver el problema de millones de emigrantes y refugiados. Vivimos una revolución sin revolución.

Hay que hacer hincapié: una revolución tecnológica como la actual, no es una revolución social, así como tampoco lo es una basada en el ciudadano o en un falso socialismo del siglo XXI. De hecho, podemos medir el tamaño de una ameba o de una subpartícula atómica pero no percibir el magistral timo de los politiqueros disfrazados de enviados providenciales.

Unimos a varios científicos en proyectos descomunales, pero no podemos mantener la Unión Europea o siquiera conformar la unidad real de las repúblicas andinas no digamos la unión de toda América Latina. La inteligencia artificial nos hace conocer exactamente el cosmos, pero en las redes sociales se disemina ignorancia y se atenta contra la ciencia y la verdad. Vivimos una revolución sin revolución.
Tarde o temprano, y a pesar de tantas pérdidas humanas, encontraremos el remedio y la vacuna para combatir el corona virus que asola ahora el globo, pero son centurias del dominio del ominoso sistema del lucro y no descubrimos todavía una cura que erradique el virus del capitalismo.

Crece la riqueza pero la pobreza masiva se apodera no solo de África o Asia sino de EEUU, China, Rusia y toda Europa. La robótica puede extirpar definitivamente el sudor y la compra de trabajo humano, pero solo sirve para ahondar la desocupación y la miseria del proletariado y dotar de mucamas y esclavos cibernéticos a los mil poderosos billonarios del globo. Vivimos una revolución sin revolución.

Vemos las ondas gravitacionales o el cinturón de asteroides pero no la colisión de clases sociales en cada país y en todos los continentes. La revolución tecnológica es el magno y eficiente disfraz que esconde la urgente necesidad de la revolución social en el mundo. Los dirigentes de los imperios norteamericano,ruso o chino se preparan para la guerra nuclear y bacteriológica, tratan al hombre como a un insecto o a un infusorio y les apesta la ideología que se basa en la equidad social real. Vivimos una revolución sin revolución.

Mientras más ciencia y técnica tenemos, más obligaciones y compromiso con las personas, con el ser humano, que debe ser sagrado para todos y cada uno. La eficacia cibernética no reemplaza la responsabilidad social. La inteligencia artificial no debe ser el alma de la ganancia y el negocio sino la médula de la cultura y de la equidad económica.

La revolución cibernética y el colosal desarrollo del conocimiento, de acuerdo, pero sin una revolución social correspondiente que elimine la pobreza y la explotación del hombre por el hombre, no hacemos sino decorar la ganancia y el lucro de unos pocos con la fiesta global de la inteligencia artificial, el dinero electrónico de los privilegiados y el macro pastel de la plusvalía planetaria.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Salida de Glas

¿Los virus se curan con medicinas?

En la Biblia ya está la historia del genocidio palestino