Darwin, una contradicción viviente



Darwin, una contradicción viviente
Por Fabián Núñez Baquero
2/23/2009

Considerando lo ferozmente que he sido atacado por los ortodoxos, resulta cómico pensar que en cierta ocasión intentase ser eclesiástico.
Charles Darwin-Autobiografía ( Autografía de Darwin – Editorial Nova-Buenos aires 1945-p.30)

Ahora que estamos celebrando el CC aniversario del nacimiento de Charles Darwin lo que interesa a los marxistas es sacar las conclusiones filosóficas de sus admirables descubrimientos y cómo la revolución en la ciencia avanza a través de vivientes contradicciones. Y, por lo que sabemos, Darwin es una contradicción viviente en lo que se refiere a cohabitar en el mismo aire del criterio científico y la opinión o vivencia religiosa. Además, al carecer de una base filosófica o generalización adecuada, las montañas de datos que él tenía en el estudio de las ciencias naturales, no podían ser canalizados adecuadamente y hasta da la impresión de que no sabía qué hacer con ellos. Esta parecería ser una afirmación desmesurada pero veamos lo que el mismo Darwin dice al respecto:

Al comienzo de 1856 Lyell me aconsejó que escribiese mis puntos de vista con toda amplitud y al instante comencé a hacerlo a una escala tres o cuatro veces mayor de la que después seguí en mi Origen de las Especies; todavía era solamente un extracto de los materiales que había recogido y en esta escala llevé a cabo casi la mitad del trabajo. Pero mis planes fueron derribados porque al comienzo del verano de 1858, Mr. Wallace, que estaba entonces en el Archipiélago Malayo, me envió un ensayo Sobre la tendencia de las variedades a desviarse indefinidamente del tipo original y este ensayo contenía exactamente la misma teoría mía.
…El extracto de mi manuscrito y la carta a Asa Gray no habían sido hechos con la intención de ser publicados y estaban mal escritos. En cambio el ensayo de Mr. Wallace estaba admirablemente expresado y perfectamente claro.
( Op.cit.p. 73-74)
Darwin, como científico, se expresa con tajante objetividad: la teoría de Wallace era “admirablemente expresada” y “ perfectamente clara”, lo que contrasta con su manuscrito que ni siquiera estaba pensado para ser publicado y que estaba “ mal escrito”.
Y estas afirmaciones que pueden ser tachadas de gratuitas, por el contrario son confirmadas por su propio hijo Francis,quien declara:

En relación con su menosprecio por el indebido amor a la fama, sentía un disgusto igualmente profundo por todas las cuestiones de prioridad. Las cartas a Lyell en la época del Origen, demuestran el enojo que sentía consigo mismo por no ser capaz de reprimir la sensación de desengaño que experimentaba ante lo que él creía que era la anticipación de Mr. Wallace a todos sus años de trabajo.

( Op cit.p. 161 –Francis Darwin-Recuerdos de la vida diaria de mi padre)

La historia de la ciencia conoce que Darwin retrasó cerca de veinte años la publicación de sus revolucionarios descubrimientos talvez porque le faltó la confirmación (O talvez la inseminación directa) del descubrimiento de la selección natural que en memoria científica envió Alfred Russel Wallace a la Real Academia de Londres, desde las Molucas, memoria que fuera leída acaso por Darwin antes que ningún miembro de la misma.
( Julián Huxley lo dice más claramente: La bomba de Wallace echó por tierra la resistencia de Darwin a publicar su obra, y éste comenzó inmediatamente a escribir un libro, utilizando el material que ya tenía preparado para el gran estudio sobre la selección natural." (Nótese que Huxley dice “y éste-Darwin- comenzó inmediatamente a escribir un libro…”

Pero la paternidad de la teoría de la selección natural ni siquiera se encuentra solo entre las manos de Wallace y Darwin, sino que hubo un notable científico español quien planteó con mucha anterioridad (y lo publicó en 1809, el año del nacimiento de Darwin) la teoría de la selección natural y lo hizo con mucha autoridad: fue el naturalista español Félix de Azara. Según el profesor Alberto Gomis Darwin leyó seguramente Viajes por la América Meridional publicado por Azara cuando Darwin recién nació y en donde el español establece ya los cimientos de la teoría de la variabilidad de las especies y su selección natural.
( Pero sus teorías no surgieron por generación espontánea. En su Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo, Darwin cita a Félix de Azara una quincena de veces. En El origen de las especies, dos. Y en El origen del hombre, una.
"Yo sí creo que Darwin llevaba consigo Viajes por la América Meridional a bordo del Beagle", expone Alberto Gomis, profesor de la Universidad de Alcalá de Henares.
http://www.publico.es/ciencias/198658/militar/espanol/inspiro/darwin?pagCom=3#comentarios)
Pero no es sólo la primacía del descubrimiento de la selección natural-entre Azara, Darwin y Wallace- lo que está o debe estar en el tapete de las conclusiones filosóficas que debemos extraer de de ella. Lo que verdaderamente interesa destacar es cómo la contradicción entre el profundo y reconocido conservadurismo de Darwin es, a la vez, la fuente- o mejor sería decir, el contraste necesario- para su trabajo revolucionario.
Él odiaba tener que entrar en polémica con las autoridades religiosas y, a más, turbar su condición reposada e inalterable de gran naturalista investigador si esto significaba confrontar con el público. En esa arena se desenvolvían bien Huxley y Haeckel, pero él no.
Pero no sólo se trata de una timidez natural en Darwin para enfrentar una necesaria polémica aun tratándose de sus puntos de vista científicos, sino que el peso de la costumbre, la tradición, la influencia decisiva del entorno familiar con sus creencias consuetudinarias, su religiosidad automática, no pensada y que jamás ponía en cuestionamiento a las autoridades de la iglesia fueron determinantes en su conducta. Él estaba expresando en su vida y en su pensamiento la contradicción común y corriente que se presenta en el científico que tiene familia y vive en una comunidad que está presa de la religión y la ideología de la clase dominante. A más de eso y a pesar de haber tenido un envidiable entorno científico, él reconoce que sus estudios de teología fueron de enorme importancia y entrenamiento para su mente, es decir para sus hábitos de pensamiento y para su metodología científica, él mismo lo afirma:


La lógica de este libro , ( Se refiere a las Pruebas del Cristianismo de Paley),y puedo agregar la de su Teología Natural, me proporcionaba un placer tan grande como Euclides.(se refiere a los Elementos de Geometría del gran geómetra griego). El estudio cuidadoso de estos trabajos, sin intentar aprender nada de memoria, fue la única parte del curso académico, que, según creí entonces y todavía lo sigo creyendo, resultó al menos de utilidad para la educación de mi mente.(Op.cit. p.32)

Esta afirmación es contundente puesto que la hace a los 67 años de edad, cuando escribe su autobiografía. Su taxonomía natural, la maravillosa forma cómo en su mente se reflejaba el orden de la naturaleza, competía con la Teología y la geometría euclidiana. De alguna forma nos hace recordar al gran Hegel quien, luego de una inmersión en las profundidades del pensamiento científico vuelve al suburbio de la teología, a ese pantanoso lugar común metafísico y absurdo de las pruebas sobre la existencia de Dios. Los grandes hombres, los genios pagando su tributo a la parte irracional del hombre, herencia de los más oscuros primates en la remota oscuridad de su conciencia totémica y pánica. Esa es su contradicción esencial y no hablemos de la sociedad en general entrampada en el hoyo negro de la tradición religiosa.
Es en el hogar y en la sociedad, en la opinión pública donde se acuñó la inmóvil, estacionaria e irreal sentencia Natura non facit saltus, el opuesto irreconciliable del descubrimiento revolucionario de Darwin sobre la mutación genética, el salto biológico necesario para toda transformación de las especies.

Parecería que hay solidez de diamante en la ley dialéctica que afirma la coexistencia de los opuestos y su transformación del uno en el otro. Esto al menos lo vemos en Darwin. Talvez como un memorable monumento iconográfico a la coexistencia de los opuestos podríamos destacar el por qué la edición modesta pero evidentemente revolucionaria del libro El Capital de Karl Marx todavía permanece intocado, no abierto ni siquiera una página, encima del escritorio del científico inglés. Y conste que el libro fue enviado con una dedicatoria singular, por su admirador. Pero no sólo esto sino que Marx quiso dedicar El Capital a Darwin, a lo cual éste se negó a aceptar delicada y atentamente. ( Marx sintió gran admiración hacia Darwin y quiso dedicarle la traducción inglesa de El Capital, a lo que éste se negó atentamente. (Darwin-sir Julián Huxley-H.D.B.Kettlewel-Biblioteca Salvat-Grandes Biografías-Barcelona 1984- p.138)

Se trata de la negativa de un científico revolucionario (Darwin), al homenaje de un revolucionario científico como Marx. Darwin era filosóficamente inconsciente de la dialéctica materialista revolucionaria que había utilizado para sus trabajos, mientras que Marx no sólo era un revolucionario, que utilizó y utilizaba la dialéctica materialista de manera consciente, sino que era capaz de reconocer en Darwin a un revolucionario en las ciencias naturales sin importarle mucho el que éste no sea consciente de su método filosófico materialista no dialéctico.Al fin y al cabo Darwin, casi al fin de su vida reconocía que era un agnóstico, él lo dice con demasiada claridad:
El misterio del comienzo de todas las cosas es insoluble para nosotros, y yo, por lo menos, debo estar contento de seguir siendo un Agnóstico.

Si esto pasa con los científicos, veamos qué sucede con la sociedad.

En la sociedad parece que esta coexistencia de los opuestos- y la lucha entre ellos- se hace patente no sólo en la época de Darwin, sino en nuestro mismo tiempo. Comparativamente sólo una élite de la sociedad de la Tierra reconoce filosófica y conscientemente el colosal descubrimiento de Darwin. Y la casi totalidad de ella se mueve muy bien sin reconocer ni la selección natural, ni el reconocimiento de la unidad de raíz de todas las especies incluida la del hombre, ni, peor aún, nuestra descendencia de una especie particular de antropoide. La sociedad inconsciente, irracional, gira mayoritariamente sobre un pobre núcleo elitario, consciente de los descubrimientos de Darwin. Como Marx lo decía en la Ideología Alemana: la ideología dominante de una época dada es la la ideología de la clase dominante de esa época.
Generalizando, la sociedad mayoritariamente vive sin consciencia, atada a la costumbre, la tradición, la religión, en general, a los aspectos irracionales de la humanidad, siendo ahora la principal irrazón la ganancia. Y sólo una ínfima minoría reconoce los descubrimientos de Darwin pero muy pocos de ellos viven, realizan en su propia vida las consecuencias sociológicas de dichos descubrimientos.
Parecería que la forma de manifestarse la realidad humana sería esta contradicción, entre lo irracional y lo racional y la vivencia de la racionalidad. Más o menos es lo que acontece en la teoría psicológica de Freud: el inconsciente predomina- en última instancia- sobre lo consciente y el motivo fundamental de lucha de las personas es entre las fuerzas irracionales y las racionales, entre el peso, el predominio del inconsciente en relación al consciente más débil.
Y si esto sucede en la sociedad, no digamos en el partido de la revolución socialista:éste es- debe ser- una coexistencia de los opuestos, la lucha de clases llevado al plano de la conciencia en su más sutil y más intransigente forma y en él- por supuesto- , hasta que no se liquide el modo de producción capitalista, predominarán las tendencias capitalistas, las formas de acomodarse a la tradición, las costumbres, incluida la religión, expresada en ella misma y en ideologías idealistas o netamente pragmáticas. Es decir, en filosofías no marxistas dialécticas.
Si el gran revolucionario científico materialista dialéctico Karl Marx no pudo convencer al materialista revolucionario no dialéctico Darwin, ya podemos imaginar lo que pasa ahora con el partido y su necesidad de transformar la conciencia idealista, capitalista de la sociedad en una conciencia socialista científica.

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