Paul Klee
Emigración y capitalismo
Por Fabián Núñez Baquero
23/09/19
Sin lugar a dudas el fenómeno más recurrente y generalizado en esta época es el de la emigración y su consecuente: los refugiados. Y es evidente que- como en la época del descubrimiento- no emigran ni son refugiados sino los trabajadores y los pobres. Los ricos van de viaje a visitar a otros ricos de otros países o continentes y a pasarla bien: por lo tanto, no son ni pueden ser emigrantes, peor refugiados. Y, por supuesto, existen también emigrantes en su propio país en cada país, y éstos, es evidente, son también obreros y pueblo pobre. La emigración por lo tanto, es un fenómeno de clase social.

El mapa del mundo está lleno de trabajadores emigrantes: obreros sin patria para los cuales no existe otra patria que el planeta, el lugar donde puedan reproducir sus condiciones de vida, con lo cual se cumple el aserto de Marx en el Manifiesto Comunista: los obreros, los pobres no tienen patria, su patria es el mundo. Los sirios que huyen de la pesadilla de la guerra civil y el hambre; los africanos que mueren por llegar a las playas de Italia o de España; los rumanos que apuestan todo por ir a Europa; los españoles que buscan trabajo en Inglaterra o Alemania, los obreros y pobres de El Salvador, Centroamérica y de México que llaman a las puertas del imperio yanqui para intentar mejorar sus condiciones de vida; los venezolanos y haitianos que se refugian en los países andinos para salvarse del exterminio por hambre. Y eso sin olvidar la emigración silenciosa y masiva de chinos y asiáticos a Norteamérica.

¿Y de qué huyen, en esencia, los trabajadores emigrantes? Del sistema capitalista mundial reproducido de forma particular en su país, sistema que produce propiedad privada para pocos y miseria y hambre para las mayorías. El capitalismo puede tener varios nombres y etiquetas, puede estar a la derecha o a la izquierda; puede vestirse con vestimenta de jeque árabe, califa, de rey occidental o ciudadano de libre empresa o industria; puede poseer poco o mucho capital, pero siempre exuda ganancia, apropiación privada, coima, agio, corrupción.

Los emigrantes en su propio país sufren al capitalismo patrio, tienen una patria capitalista que les brinda las migajas de pesadilla del sistema del lucro. Los emigrantes sin patria, los que van por el mundo en busca de una soga más de alivio para mitigar su hambre, encuentran que el mundo es capitalista, que es una patria grande no más basada en gran escala en el beneficio egoísta privado. Con sangre y lágrimas comprenden que el globo es un sistema de explotación de trabajo donde todos los países no son sino parcelas acotadas por una mafia gobernante, una élite podrida que han fundado estados-naciones para administrar con éxito el robo de plusvalía. Los países, las patrias- en este sistema- son eso, solo eso: parcelas capitalistas donde los capitalistas se reparten el pingüe beneficio del robo de plusvalía.

Ahora más que nunca las etiquetas, los nombres solo son disfraces: ¿Quién no puede reconocer que los llamados comunistas chinos son excelentes ladrones de plusvalía? ¿Y quién no sabe que la democracia más pura del mundo- la norteamericana- es la más pura dictadura del capital en todo el globo? ¿ Y la dictadura del Vaticano? ¿ Y la dictadura capitalista del imperio ruso? ¿Y el capitalismo europeo que se opone ferozmente a la emigración de trabajadores hambrientos?

El sistema capitalista -hoy en franca recesión y colapso- es responsable del hambre, la guerra civil de clases, la terrible desnutrición del Yemen y África y de América Latina. Cada gobernante en cada país capitalista, desde Venezuela a Libia, desde Ecuador a Turquía y Siria y Perú y Grecia, representan al monstruo del capitalismo mundial que devora vidas humanas, destruye el hábitat planetario y somete a la maldita existencia de judío errante de todos los pobres y asalariados del mundo.

Hay que extirpar la gangrena del sistema del lucro y el agio desde la raíz si queremos un mundo de igualdad, de reparto equitativo de la riqueza y la felicidad de todos.

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