El caracol, la tortuga y los emigrantes





El caracol, la tortuga y los emigrantes
(Analogías y asimetrías del capitalismo)

 Por Fabián Núñez Baquero
 01/04/2012


 El caracol es un molusco gasterópodo, la tortuga un quelonio reptil y el emigrante un Homo Hábilis en busca de trabajo y vida en el planeta. El acertijo principal es ¿Qué tienen que ver el uno con el otro y de ellos entre sí? La analogía ha sido la madre del conocimiento, no veo la razón por qué no puede seguir siéndolo.

 El caracol y la tortuga llevan su casa a cuestas. Su cuerpo, su cabeza, su hábitat, su todo, lo llevan siempre consigo a donde van. Y el emigrante lleva igualmente a donde va sus costumbres, su capacidad productiva, sus prejuicios, su religión, su cultura, y, lo que es más importante, el modo de producción que hace que se haya convertido en emigrante.

 El molusco y el quelonio son seres terrícolas sobre todo, el Homo Hábilis también. En general me niego a utilizar el epíteto de Homo Sapiens ni para mí mismo. Unos y otro se modifican a sí mismos en la existencia pero no pueden evitar el caldo de cultivo y los nutrientes que les hace falta para vivir. Solo que, en el caso de la humanidad, su nutriente fundamental es el modo de producción, la forma cómo se reúne para trabajar y producir, consumir, repartir y reproducir condiciones de vida.

 La biología terrestre necesitó miles de milenios para construir ese milagro de arquitectura animal que es el milenario gasterópodo o el enigmático galápago que tanto gustó y estudió Darwin. El ser humano seguramente tiene “apenas” unos tres o cuatro millones de años desde su aparición. Pero, igual, tantos milenios los gastó en producirse así mismo y dominar la naturaleza a través de su base tecnológica, sus herramientas, siendo las principales, su cerebro depredador y su apetito omnívoro. La tortuga y el caracol han viajado continentes buscando y formando su hábitat. El hombre ha irradiado su especie desde el centro del África hacia todo el globo. Casi podría decirse que el secreto de su sobrevivencia es su capacidad de emigración y de búsqueda de mejores condiciones de vida en la Tierra.

 Las drásticas glaciaciones o las no menos rigurosas sequías le forzaron a emigrar, a protegerse y reproducirse como sea. Ahora el equivalente de las glaciaciones es el modo de producción basado en la ganancia. Es este modo de producción el que ha generado la competencia entre el capital y el trabajo, el capital que busca trabajo barato y la fuerza de trabajo que busca cómo obtener mejores beneficios del capital. El molusco produce su baba en espiral para caminar y crecer. El trabajador su fuerza productiva para alimentarse y alimentar todo el sistema. El molusco es un modelo del número aúreo, el llamado Phi y su concha es una espiral perfecta en crecimiento armónico. El obrero es el centro de la riqueza y de la acumulación monstruosa del capital. La tortuga come poco, de hecho es vegetariana, el obrero se alimenta de las migajas de la mesa de los capitalistas, eso cuando posee esa maldición llamada trabajo. 
 Molusco y quelonio son esclavos de su propia casa que llevan a cuestas. El obrero usa el collar de oro o de cobre de la esclavitud salarial. Talvez hasta aquí quepan las analogías. Luego viene el oscuro pero interesante mundo de las asimetrías.


 El obrero emigrante no ha dejado la costra capitalista y la querida conciencia de la apropiación privada. Sus paisanos millonarios son el modelo que les perturba por las noches: todos quisieran ser nuevos Álvaros Noboas o Carlos Slim. Quieren como ellos poseer automóviles del año, mansiones de lujo, mujeres de élite y dinero que les dure para diez generaciones después de muertos. Y copian todo de la burguesía.Para eso vende su alma al diablo o pasan droga en la alcantarilla de su cuerpo.


 Fulano se hizo rico vendiendo fritada. Entonces pone un puesto de fritada en Madrid. Fulano se dedicó al agio o al negocio sin entrañas del alquiler de los pisos, entonces ponen rostros y cuerpos de Shylock y escatiman hasta el aire. Se alejan de la tortuga y del molusco porque éstos no venden ni alquilan su casa. Tampoco expolian a sus hermanos al menos con la hipocresía que lo hace el emigrante antiguo con el nuevo. Es verdad que el caracol no solo que es hermafrodita sino que también le encanta la panacea del canibalismo. Pero lo hace de forma natural sin la máscara de la democracia o el antifaz de la filantropía.

 El caracol no es patriota ni la tortuga piensa en las elecciones. Son demasiado viejos para que les engañen con el populismo o el disco rayado de leyes que no se cumplen y reglamentos que no se escriben. El emigrante, en cambio, es fácil presa de los engaños de los gobernantes de turno y carne de cañón del desempleo. Si se quedan sin trabajo porque el sistema capitalista necesita de un ejército de desocupados para poder rebajar salarios y que ganen más los hipopótamos de la industria o de la banca, no hacen muecas siquiera al sistema, no se rebelan contra él, sino que atienden a los espejismos de los que se pasan la bolita unos a otros: del gerente de la empresa al presidente de la república, del fenómeno del Niño o de Humboldt al fruncimiento de ceniza del Tungurahua.


 Al emigrante no le persigue el capitalismo sino que lleva el capitalismo a cuestas. Por eso solo piensa en seguir siendo obrero expoliado o convertirse en el amo comprador de fuerza de trabajo. Lo que piensa y hace en Chile, lo hace y piensa en California o Malí. El que compra su mansión- o la hace construir- en Azogues, desea tener una mansión en Dubai. Quiere ser también una estrella de cine o tener por estrella los millones que permiten vomitar sobre el sistema a tipos como Gates o Rockefeller.

 Si el sistema capitalista no se puede extirpar es porque todos y cada uno de emigrantes y no emigrantes lleva el capitalismo en huesos y neuronas. El capitalismo no es la caparazón de la tortuga o uno de los sexos del molusco hermafrodita. El capitalismo no está fuera de los seres y de las cosas. No se encuentra fuera del hombre o de la mujer, sino que está dentro de sus hormonas y de sus vísceras. El capitalismo no es un modo de producción solamente, es el cerebro y la sangre de las personas. El mismo molusco llamado caracol tiene un nombre francés para su comercialización en el mundo, es la esencia del capital: la mercancía. Una isla o un astro están ya marcados, teñidos de capitalismo.


 Hombres, seres y bestias llevan la marca de fuego del capital. Los emigrantes son seres que ejecutan capitalismo dentro o fuera de su llamada patria. Hasta en eso imitan a la oligarquía burguesa que también le importa un comino la patria, la raza, la religión de las personas y expanden por el mundo- como nuevos dinosaurios- su aliento que aglutina la fetidez de diez mil pantanos de estiércol. 


Vaya donde vaya, el emigrante cumple de alguna manera los enunciados básicos del Kybalión: como es adentro es afuera, como es arriba es abajo… Si él es capitalismo condensado entonces se deja atrapar y engañar por el capitalismo vía viviendas supuestamente baratas, que él quiere acumular para negociar con ellas; presta su nombre para salvar el capitalismo de su hermano o de su tío que mantienen cualquier cantidad de vehículos en circulación o de tierras en siembra y en cosecha. 


Cuenten todos los vehículos que existen en Ecuador y quedarán petrificados: son automóviles y camiones y buses de emigrantes o producidos con la plata de emigrantes, con los giros de personas que viven una vida de bacterias en gas carbónico. Los emigrantes han sostenido y siguen sosteniendo al país del capitalismo, son, por consiguiente, dueños del capitalismo, deberían ser presidentes o jefes del gobierno, dueños de su país de origen. Pero no- igual que los burgueses- no les interesa gobernar en una patria o un territorio, quieren jugar al azar de convertirse en multimillonarios que están sobre la ONU, sobre el Fondo Monetario, que pueden hacer sus necesidades sobre el Banco Mundial o la Casa Blanca. ¿Cómo, entonces, podemos liberarnos del monstruo que somos nosotros mismo? ¿ de un monstruo que es personal y que es mundial?

 ¿ De qué estamos hablando cuando llamamos a cambiar el modo de producción capitalista hacia el socialismo y no sabemos siquiera cómo debemos cambiar hasta la raíz de nuestras células y comportamiento humano? ¿ Acaso los que se llaman socialistas saben, pre mastican lo que es un modo de producción que es como empezar a respirar con otro tipo de oxígeno y que no tiene nada que ver con el omnímodo y ridículo egoísmo depredador, con el bárbaro canibalismo de comernos los unos a los otros con más ferocidad que los trogloditas iniciales? No soy mercancía pero tampoco acepto que otro lo sea. No vendo mi fuerza de trabajo pero es obvio que no quiero que nadie la venda. Amo el ocio porque sé a ciencia cierta que basta un trabajo mínimo de todos para tener lo necesario con tanta ciencia y técnica y fuerzas productivas acumuladas. Soy como un tigre en la entraña de la selva que confía que la madre naturaleza le alimentará y otorgará lo necesario. ¿Se puede exigir a un gato que si no nos da su fuerza productiva no tendrá salario y se morirá de hambre? La pregunta parece estúpida pero yo creo en un sistema que se preocupará por todos sin excepción y sin importar si trabajan o no trabajan. Porque siempre todos estarán ocupados. Es frecuente que el emigrante olvide que el capitalismo le expulsó de su hogar. No se van nunca los cachorros alimentados por su madre.

 Y ahora y luego olvidará también que el capitalismo le expulsó de la otra frontera, del país al cual dio sus pulmones y su sangre y que el capitalismo no está fuera de él sino que él, al repetirlo en su conducta cotidiana, en su hostil manera de ver cualquier cambio- en la conciencia o en la realidad-lucha porque el capitalismo permanezca, siga en él, en el mundo, que no cambie nada para estar tranquilo en su paz parecida a la estupidez. El caracol no puede hacer nada- dada su nimia vulnerabilidad- en contra de los que comercian con su ser. Le venden en el mercado, nada puede hacer contra ello. Pero el hombre puede revertir el proceso: puede cambiar de signo: en lugar de repetir la cadena de las personas en un proceso infinito de compra y venta, puede eliminar la compra y venta y dejar que las personas fructifiquen naturalmente usando su poderoso instrumento productivo perteneciente a toda la sociedad. Producir para la sociedad no para la compra venta. Ser seres productivos sociales, no trabajar para la propiedad privada.

 Tenemos tanta riqueza, tanta tecnología, que resulta una vergüenza para la humanidad que alguien, una sola persona, se muera de hambre. Podemos ahora repartir riqueza no pobreza. El emigrante puede ahora comprender claramente lo que le estoy diciendo: no hay lugar en el planeta donde no funcione el capitalismo, incluida su propia realidad interior. Entonces sólo podemos liberarnos de este monstruo luchando afuera y adentro. Afuera, eliminando el sistema de apropiación privada y adentro despedazando con ácido los ligamentos del egoísmo propietario, el corazón y el cerebro de la ganancia.

Comentarios

Maximilian Robespierre ha dicho que…
Desde Moscú, habiéndo pasado por Madrid y partiendo desde Quito le envío mis más sinceros agradecimientos por tan buen trabajo, legado y consejo.
Su forma de mostrar la realidad es la mejor.

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