La minería y el gobierno obrero campesino
La minería y el
gobierno obrero campesino
Capitalismo o socialismo
Por Fabián Núñez Baquero
04/04/2012
El agua vale más que el oro y la
vida más que el agua y el oro juntos. Pero si se contamina el agua, que es el
elemento que distingue al planeta azul nuestro de miles de millones de planetas
muertos, entonces el peligro es que un megaproyecto minero como el que impulsa
el régimen capitalista de clase media de Rafael Correa desertifique el suelo y
mate a sus habitantes de sed y de hambre. Es cierto que la polución química-
más o menos considerable- de la minería artesanal ha hecho y sigue haciendo
estragos a la madre naturaleza. Pero la minería a cielo abierto- aunque se
tomen medidas de extrema sofisticación para proteger suelo, agua, personas, ríos y hábitat, es de
incalculables e impredecibles consecuencias para la población y, por efecto
multiplicativo, para el mismo Globo.
Con ser tan grave esta pesadilla,
no es el problema fundamental. La esencia del asunto, lo decisivo, es la
motivación que lleva a suscribir contratos con chinos y canadienses para hacer
huecos colosales, derrumbar montaña verde a gran escala sólo para encontrar
cobre, que es un metal que los capitalistas chinos lo necesitan para surtir de
implementos a China y al Globo, por lo cual obtienen grandes beneficios. El
espíritu de chinos y canadienses es la ganancia, obtener réditos. No han venido
acá porque les gusta el paisaje o la fauna y flora, no, es porque les encanta
la plusvalía, el negocio, llenarse los
bolsillos. Y la motivación de Correa se esconde tras su manoseado discurso
estatal de “¿ con qué obtendremos recursos económicos para vivir?” No le bastan
los inmensos y mal addministrados recursos que obtenemos del petróleo, ahora quiere cobre. Unos y otros piensan con el rasero
capitalista. Para ellos no existe otra salida para el egoísmo privado- aunque
con camuflaje de razones de Estado o razón empresarial- que obtener cobre así
sea destruyendo vida, seres humanos y la posibilidad misma de cataclismo en la
Tierra.
Pero los mineros artesanales tampoco
son pera en dulce. Ellos si tuvieran
posibilidades económicas también procedieran a actuar como los
estalinistas chinos y los empresarios canadienses y trabajarían en minas
abiertas. Ahora polucionan el hábitat un centímetro, mañana lo harían en kilómetros
cuadrados. El capitalismo de clase media de Correa, con el capitalismo
disfrazado de socialista de los empresarios estalinistas chinos, tienen las
mismas coordenadas que las de los empresarios canadienses y que la de los
mineros artesanales. Todos ellos llevan metidos en sangre y huesos el virus del
capitalismo. Todos ellos atentan contra el agua, la vida y el hábitat de todos,
especialmente la de los hombres que viven con sus manos haciendo fructificar la
tierra que nos alimenta.
En términos sociológicos exactos,
el presidente Correa, con artesanos y empresarios nacionales y extranjeros
conspiran contra la vida simple del campo y del campesino que la trabaja. Como
le hubiese gustado decir al mismísmo Mao Tsé Tung ( permítanme siga usando la
forma antigua china de su nombre), o al mismísmo Gramsci, ellos- Correa, artesanos
y empresarios- hacen un bloque
político en contra del campesinado. Y como todo el mundo sabe, la tierra es
la herramienta fundamental del campesinado y, como es evidente, es el único indicado para utilizarla
adecuadamente. Este campesinado ahora se divide entre los ricos y los pobres,
entre los nuevos señores feudales que tienen miles de hectáreas- y la propiedad
privada estatal-. Los obreros del campo son la última rueda del coche en esta
relación, pero son la fuerza revolucionaria de cohesión entre el campesino y el
obrero de la ciudad.
Si los artesanos o los mismos
campesinos tuvieran escrituras públicas sobre la Cordillera del Cóndor- donde
está malditamente metido el cobre-, les doy firmado que ellos suscribirían,
igual que Correa, contratos para su explotación con los mismos estalinistas o
con quién sea.
La cuestión fundamental es, por
consiguiente, la naturaleza capitalista del actual modo de producción. Si el
campesinado luchara por la eliminación de la propiedad privada de la tierra y,
por consiguiente, en contra de un Estado de propiedad privada, y triunfara con
un nuevo estado obrero-campesino, no habría base para que Correa hiciera tratos
capitalistas con empresarios capitalistas, así sea disfrazados de socialistas
como los estalinistas chinos. La tierra la usufructuaríamos todos, sin que
nadie tenga propiedad privada sobre
ella.
En un estado obrero-campesino veríamos si nos conviene o no maltratar la
tierra o, por el contrario- como es lo más probable- pagaríamos la investigación
para sustituir el cobre natural por un cobre sintético o por su sustitución con
algún otro material que podamos fabricarlo sin que signifique apelar a la destrucción de la naturaleza.
No es entonces, una oposición
capitalista la que necesita Correa. No es un capitalismo- así sea amable y
latinoamericano- el que nos hace falta, como pretende hacernos creer Correa.
Por el contrario el capitalismo ya no puede resolver los problemas de personas
y naturaleza en ninguna parte del mundo. Al contrario quiere arrastrar a la
liquidación no sólo a la clase obrera mundial sino a todas las personas. No
necesitamos, por lo tanto, el absurdo escoger entre minería artesanal o de
cielo abierto, sino entre tierra en
propiedad privada o revolución
agraria que elimine la propiedad privada de la tierra dentro de un régimen
obrero campesino.
No necesitamos ganancia a través del cobre o cualquier mina,
sino eliminar la mina de la ganancia obtenida a través del cobre o de lo que
sea. No nos hace falta un Estado caro- carísimo- que hace gritar a funcionarios
como Correa: “¿ Y con qué financiamos el presupuesto estatal?”
No es casual, por lo tanto,
que la movilización más fuerte- aunque
con una dirección capitalista de los ponchos dorados- la realice el indigenado
campesino. Ellos son los que en última
instancia son los más afectados y los
que deben decidir si se unen o no a los obreros para formar un gobierno obrero campesino,
en busca de la revolución agraria y la eliminación de la propiedad privada.
Hasta hace poco el hombre no
había medido las consecuencias de sus acciones depredadoras porque no tenía el
nivel técnico ni científico necesario. Pero si hay algún aspecto que rescatar
del modo de producción capitalista es
que ha permitido un colosal desarrollo de la ciencia y la tecnología y, a la
vez, que ha sido y sigue siendo un producto y una consecuencia de ese
desarrollo. Pero la apropiación privada,
la negativa a querer ver más allá del interés de grupo o de empresas, el
frenesí en la ganancia, el agio, el egoísmo enriquecedor y la negación de la
vida, el empleo, la riqueza, la cultura,
para millones, significa que el capitalismo se ha tornado la fuerza más contrarrevolucionaria
del globo y debe ser extirpada de raíz.
Las
movilizaciones del campesinado y los obreros deben ser por la consigna de la
revolución agraria y la eliminación de la propiedad privada y estatal, ¡Tierra para todos y propiedad para ninguno! Gobierno obrero y
campesino
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